Respecto a la primera pregunta, "¿Es pecado tener atracciones hacia el mismo sexo?", la respuesta es complicada. Primero, probablemente deberÃamos distinguir entre pecar (activamente) y ser tentado (pasivamente):
El problema con la atracción hacia el mismo sexo, o la sensación de "ser gay," es que es una atracción hacia algo que Dios ha prohibido, y cualquier deseo por algo pecaminoso tiene finalmente sus raÃces en el pecado. Nuestra naturaleza ha sido tan infectada con el pecado que lo que es malo a menudo nos parece bueno. El pecado nos hace ver el mundo y nuestras propias acciones desde una perspectiva distorsionada. Nuestros pensamientos, deseos y actitudes se ven afectados. La Escritura dice que somos pecadores por naturaleza (Romanos 5:12). Por lo tanto, la atracción hacia el mismo sexo, en sÃ, no siempre es un pecado activo y voluntario, sino que surge de la naturaleza pecaminosa. La atracción hacia personas del mismo sexo es siempre, de alguna manera, una expresión de la carne, o de la naturaleza caÃda.
La segunda parte de esta pregunta, "¿Es pecado participar en actividades homosexuales debido a esas atracciones?", tiene una respuesta más sencilla. Ser atraÃdo hacia una relación moralmente prohibida no es un pecado activo; es una tentación. El pecado ocurre cuando nos detenemos en los pensamientos erróneos que la tentación genera, o cuando cedemos a la tentación. Sentir una atracción hacia el mismo sexo no es un pecado activo y voluntario, pero ceder a esa inclinación y participar en relaciones homosexuales sà lo es.
Nuestra cultura asegura a los homosexuales que nacieron gays y que la sexualidad confusa debe celebrarse, no superarse. Asà que tenemos una generación entera de niños y adolescentes que nunca conocieron un tiempo en que la homosexualidad era considerada anormal. En las escuelas primarias y secundarias, ahora es moda llamarse a sà mismo "gay" o "bi" o usar cualquier otro de los modismos sexuales sin entender realmente su significado, o las implicancias morales y eternas.
El comportamiento homosexual no condenará a una persona más rápidamente que el orgullo o la avaricia o el adulterio. Sin Cristo, estamos perdidos, ya sea gay, hetero o asexual. Pero, cuando entregamos nuestras vidas al señorÃo de Jesús, Él nos da una naturaleza nueva (2 Corintios 5:17). Él destruye el poder que el pecado una vez tuvo sobre nosotros (Romanos 6:1–7). La vieja naturaleza que una vez dictó nuestras acciones ha sido conquistada en un hijo de Dios nacido de nuevo (Juan 3:3). La tentación todavÃa hace estragos. Las debilidades todavÃa atormentan. Sin embargo, el poder del EspÃritu Santo nos ayuda a resistir a Satanás y a vencer los pecados que antes nos mantenÃan cautivos (Colosenses 2:14; Santiago 4:7). Podemos elegir la nueva vida en Jesús o la vieja vida de pecado. Pero no podemos tener ambas (Mateo 6:24).