Aunque cada individuo debe tener derecho a determinar su propia definición de "calidad de vida", los seres humanos no son los últimos jueces. La vida es una combinación de experiencias buenas y malas, y hay momentos en la vida de todos en los que la calidad parece baja. La depresión, la ansiedad, el desamor o la crisis financiera pueden parecer limitar la calidad de vida durante un periodo de tiempo. Una lesión, una enfermedad o una discapacidad pueden limitar mucho la calidad de vida de una persona, pero eso no implica el derecho a acabar con esa vida. Dios es quien determina la vida y la muerte, no nuestra opinión al respecto (Deuteronomio 32:9; Salmo 139:16).
La calidad de vida no se puede definir por factores externos. La calidad de vida es profundamente personal y generalmente está ligada a la relación de la persona con Dios. Las personas sanas y adineradas pueden tener una pobre calidad de vida debido al malestar emocional y a las malas decisiones morales, mientras que una persona discapacitada en la pobreza puede vivir una vida llena de alegrÃa. La enfermedad fÃsica tampoco determina la calidad de vida de una persona, de manera que tratar de evaluarla no es algo que podamos determinar. Nuestra responsabilidad ante Dios es brindar el mejor cuidado amoroso que podamos a quienes sufren y confiar en que su Creador decidirá cuándo deben morir.