Respuesta:
Las epÃstolas (o cartas) del apóstol Pablo rebosan de aliento sincero para la Iglesia primitiva. Un pasaje especialmente conmovedor se encuentra en 2 Corintios 1:3, donde Pablo exalta a Dios como el "Padre de misericordias". Este tÃtulo revela un aspecto esencial de la naturaleza de Dios y proporciona consuelo a los Corintios, y a los cristianos hoy en dÃa, en medio de los desafÃos de la vida. Mediante un análisis sencillo, pero reflexivo de 2 Corintios 1:3, podemos descubrir la riqueza de la expresión Padre de misericordias.
Intenta, si puedes, imaginar la dulzura de las palabras, "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (2 Corintios 1:3). Declarar que Dios es "bendito" es afirmar que es digno de alabanza, adoración, gloria y honor. David expresa la misma idea en el Salmo 145:
Grande es el Señor, y digno de ser alabado en gran manera,
Y Su grandeza es inescrutable.
(Salmo 145:1–3, NBLA).
En este salmo, David canta acerca de la grandeza inherente de Dios, Su generosidad hacia las criaturas indignas y Sus magnÃficas cualidades. En 2 Corintios 1:3, Pablo desarrolla estos temas y los relaciona con el Señor Jesucristo, que es el canal de la misericordia del Padre hacia los pecadores: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). El Padre no tiene misericordia, Él es misericordia. La respuesta apropiada es doblar nuestras rodillas ante Él y entonar un canto de alabanza.
Para apreciar realmente la profundidad de la frase Padre de misericordias, debemos entender lo que estaba sucediendo en la iglesia de Corinto. Los Corintios enfrentaron adversidades, dificultades y aflicciones de todo tipo. Por tal razón, Pablo quiso recordarles la constante presencia de Dios y exhortarlos a fijar sus ojos en el Padre, que es la fuente de toda misericordia. Incluso en sus momentos difÃciles, el Padre está a su lado, asegurándoles que no están solos en sus luchas (Deuteronomio 31:8; Hebreos 13:5).
Se acuerda de que solo somos polvo" (NBLA). El Señor es misericordioso, compasivo y paciente con Sus hijos.
En la Parábola del Hijo Pródigo, Jesús cuenta la historia de un hijo descarriado que es recibido con los brazos abiertos por su padre que lo perdona (Lucas 15:11–32). Esto simboliza que Dios, el Padre de misericordias, no retiene Su misericordia o compasión, sin importar cuánto nos hayamos alejado de Él.